Canción de Navidad, de Charles Dickens | Libros ilustrados
Información técnica:
Título: Cuento de Navidad Texto: Charles Dickens Ilustraciones: Mario Jodra Traducción: Alejandro Tobar Idioma: Español Tipo de letra: Serif Editorial: Edelvives Encuadernación: Tapa dura Dimensiones: 187 mm × 240 mm Páginas: 176
El 19 de diciembre de 1843 tuvo lugar la presentación pública de Canción de Navidad, obra genuina que un Dickens treintañero tardó en escribir tan solo dos meses. La primera edición se agotó en semanas y pronto se convirtió en un éxito que traspasó fronteras. Hoy el texto de Charles Dickens mantiene inalterada su vigencia y atractivo, haciendo que continúe siendo uno de los textos más aclamados, conocidos y divulgados del autor.
Canción de Navidad se presenta en su versión original, acompañada por las poderosas imágenes en blanco y negro de Mario Jodra, ganador del V Premio Internacional de Ilustración. Su propuesta visual, expresiva y comprometida, da nueva vida a los escenarios y personajes del relato, poniendo el foco en los contrastes sociales y en la transformación interior del protagonista. Esta edición anotada ofrece al lector una experiencia rica, profunda y reflexiva, ideal para quienes buscan una lectura clásica con mirada contemporánea.
Ilustraciones en páginas interiores.
(...) Pues bien, que alguien me explique, si es capaz, cómo sucedió que Scrooge, tras introducir la llave en la cerradura de la puerta, viera en la aldaba, sin mediar transformación alguna, no una aldaba sino el rostro de Marley.
(...) —¡Más paparruchas! —profirió Scrooge—. Me niego a creer algo así. El color de su tez demudó, no obstante, cuando, sin pausa alguna, aquello que producía el ruido franqueó la recia puerta y entró en la estancia ante sus ojos. Al hacerlo, la mortecina llama cobró vida como exclamando: «¡Yo lo conozco! ¡Es el fantasma de Marley!», y después volvió a decaer.
(...) El aire estaba repleto de fantasmas que vagaban de un lado al otro con agitada premura y sin dejar de gemir. (...) Había tenido una estrecha relación con un viejo fantasma que llevaba un chaleco blanco y una monstruosa caja de caudales de hierro atada a un tobillo y que lloraba compungido por resultarle imposible ayudar a una desdichada mujer y a un niño, a los que veía abajo...
(...) Doy fe de que fue una mano lo que descorrió las cortinas. No las del pie de la cama, ni las de la cabecera, sino las del lateral hacia el que tenía vuelto el rostro. Las cortinas se descorrieron, y Scrooge, sobresaltado, se incorporó levemente y se encontró cara a cara con el visitante ultraterrenal que las había descorrido (...) —¿Quién y qué es usted? —quiso saber Scrooge. —Soy el Fantasma de la Navidad del Pasado.
(...) Cómodamente sentado en aquel sofá se hallaba un alegre gigante al que daba gusto ver y que sostenía en alto una tea llameante, de forma no muy diferente al Cuerno de la Abundancia, para que vertiera su luz sobre Scrooge en cuanto este asomó y atisbó por la puerta. (...) —Soy el Fantasma de la Navidad del Presente —dijo el Espíritu—. ¡Mírame!
(...) El viejo Fezziwig sacó a bailar entonces a la señora Fezziwig, encabezando la danza de nuevo con una tarea nada fácil por delante: tres o cuatro o veinte parejas que no se amilanaban, capaces de bailar aunque no hubiesen sabido andar.
(...) —¡Por el señor Scrooge! —dijo Bob—. ¡Brindo por el señor Scrooge, el Benefactor del Banquete! —¡El Benefactor del Banquete! ¡Ja! —exclamó la señora Cratchit, ruborizándose —. Quisiera yo que estuviera aquí.
(...) —¿Qué lugar es este? —preguntó Scrooge. —Un lugar donde viven mineros que trabajan en las entrañas de la tierra — contestó el Espíritu—. Pero me conocen. ¡Mira!
(...) (...) Construido sobre un sombrío arrecife de rocas sumergidas, a una legua más o menos de la costa, sobre el que las aguas se agitaban y rompían durante todo el año, se alzaba un solitario faro (...) De nuevo el fantasma se puso en marcha y sobrevoló aquel mar negro y convulso, hasta que, estando ya muy lejos de cualquier costa, según dijo a Scrooge, avistaron un barco.
(...) «¡Oh, hombre! Mira aquí. Mira, mira, aquí abajo», exclamó el fantasma. (...) «¡Espíritu! ¿Son tuyos?», fue todo lo que Scrooge pudo decir. «Son del hombre», dijo el Fantasma, mirándolos desde arriba. (...) Este niño es la Ignorancia. Esta niña es la Necesidad. Cuídate de ambos...
(...) «¿Cómo se llama esto?», dijo Joe. «¡Cortinas de cama!». «¡Ah!», respondió la mujer, riendo y inclinándose hacia delante sobre sus brazos cruzados. «¡Cortinas de cama!».
(...) Una pálida luz, que se elevaba en el aire exterior, caía directamente sobre la cama; y sobre ella, saqueada y despojada, sin vigilancia, sin lágrimas, sin cuidados, yacía el cuerpo de este hombre. Scrooge miró hacia el Fantasma. Su mano firme señalaba la cabeza.
(...) Un cementerio. Aquí, pues, yacía bajo tierra el desgraciado hombre cuyo nombre ahora debía averiguar. (...) El Fantasma era exactamente igual que antes, pero temía haber visto un nuevo significado en su solemne figura.
Dibujos en páginas interiores.
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